Asfixia emocional /

“[…] en realidad olvidamos aquello que nos resulta invisible. Consideramos que lo que no se ve no existe.

Quien se obstinara en ver esa fealdad sólo conseguiría destruir la belleza […].”

 

El elogio de la sombra Junichiro Tanizaki

ACTO I / LLORAR EN LA DUCHA – DECADENCIA

 

 

A los 30 años ya sólo me queda llorar en la intimidad, dejar correr las lágrimas cuando se funden con el agua de la ducha para que ahogue este dolor interior.

 

Siempre he pensado que he vivido en una montaña rusa de emociones. Unas situaciones que sucedían a mi alrededor, pero sin llegar a afectarme directamente ya que yo era el personaje principal de mi propia historia y no había firmado por un contrato de drama, sino más bien una comedia romántica barata de las que ves después de comer el fin de semana en casa de tu madre.

Pero que obviamente tras la bajada siempre tenía una subida de emoción y dopamina que reseteaba la experiencia anterior, como a modo de premio. ¡Qué inocente era!

 

Desde que cumplí la treintena este sentimiento cambió, después de una caída no me esperaba ese momento de pausa dónde siempre me había sentido a salvo, sino que descendía aún más.

 

 

ACTO II / EL CAOS – FALTA DE SEGURIDAD,
JUVENTUD Y DECISIÓN

 

 

Desestabilidad emocional creada por tus propias inseguridades -que no te han enseñado cómo afrontar- sumadas a un sinfín de frases pre hechas dónde todos esperan algo de ti. ¿Nos hemos acostumbrado tan fácilmente a que todo siga siendo igual?

Ya no eres joven y esperan que seas “esa persona responsable y madura”: que sientes la cabeza, que tengas un trabajo estable bien pagado -aunque no te guste-, que te compres una casa -que no te puedes permitir y que tendrás que pagar durante más años de los que quieres vivir-, que tengas pareja, os caséis y tengáis descendencia -porque, una mujer está hecha para ser madre.

Una presión infundada por generaciones anteriores que han tenido otros valores y han pagado los prueba y error de las generaciones que les precedían e intentan, a su manera, ayudarte a realizarte y de camino cambiar los errores que sus padres remarcaron sobre ellos. Ellos no entienden que esos no son tus valores, pero coincidís en algo, ya no sois jóvenes, aunque os sentís así.

 

Te hacen sentir inferior por pensar que eres la única persona que lidia con este parásito interior.

Vivimos en una sociedad dónde estamos expuestos constantemente: una simple búsqueda en un buscador público te dará hasta los datos más escabrosos. Nos vendemos aceptando sin leer por no malgastar nuestro ‘tiempo’ y vendemos nuestros gustos categorizados a la mejor aplicación.

 

Fantasías y realidades distópicas que vemos habitualmente que llegan a construir realidades y mundos enmarcados por una pantalla alejadas de la realidad, porque preferimos consumir este entretenimiento banal que nos crea interés y angustia emocional a tener una aspiración la cuál no podremos obtener a tan solo un click.

Seguimos engrosando nuestras batallas interiores con aspectos triviales y entramos en una espiral que se convierte en nuestra relación más larga y profunda, de la que es muy difícil salir.

 

Intentas desesperadamente afirmar que estás bien, porque desde muy pequeños se nos enseña a que “no pasa nada”. Si se rompe un juguete, no pasa nada. Si te caes y te haces daño levemente, no pasa nada. Es decir, nos enseñan a dejar de sentir nuestras emociones porque nunca pasa nada.

 

No sabemos expresar lo que sentimos y por ello no podemos combatir con las emociones que nos van opacando en nuestro camino diario y acumulamos.

 

 

ACTO III / LA PETITE MORT – TOCADA Y HUNDIDA

 

 

Me arrastró la corriente y me inicié en una relación tóxica con el mundo y conmigo misma, derivada de un maltrato psicológico constante.  Dejé de mostrarme y hacer cosas que me gustaban para convertirme en la mujer-sumisa que siempre había querido una persona que nunca fui yo.

 

Echando la vista atrás, curioso y cruel destino, yo me dedicaba a fotografiar personas que conocía en la calle, en el metro o en otros lugares sin importancia. Todas ellas tenían algo en común, eran mujeres con rasgos y carácter fuerte, pero las hacía interpretar papeles versados en mujeres que por la historia que les tocó vivir se las trataba de frágiles y sumisas, mujeres o esposas, anexadas y pertenecientes a un hombre. 

 

Mismo teatro que yo misma representé durante mi larga relación, dónde cómo en la caverna de Platón, sentí que era la realidad veraz, mi realidad.

 

Se trataba de una verdad absoluta que no se podía cambiar, hasta que un día sin pensarlo tu cuerpo frágil e inanimado consigue romper las cuerdas del titiritero. Y gracias a que tuve la posibilidad de irme lejos de él, empecé una nueva vida en Mallorca.

 

 

ACTO IV / EL JUICIO FINAL – PULSIÓN DE MUERTE

 

 

Aprendí mucho en estos años sobre todo a silenciar mis palabras y a controlar mis actos. Años después aún siento la fragilidad que se adhirió a mí, persiste la tendencia a querer agradar al espectador y buscar la aprobación de cualquiera para autoconvencerme de la valía que me hace merecedora de simplemente existir.

 

Creamos mentiras para adormecernos y pensar que encajamos. Lidiamos con nuestros fantasmas pasados y presentes. Estamos perdidos. A los 30 ya no somos jóvenes y por eso nos damos cuenta de las cosas que no decimos y de cuánto nos ahogamos. 

  

 


“Algunos dirán que la falaz belleza creada por la penumbra no es la belleza auténtica. […]
creamos belleza haciendo nacer sombras en lugares que en sí mismos son insignificantes.”

 

El elogio de la sombra Junichiro Tanizaki.

En estos tiempos inestables que vivimos somos muchas personas las que tenemos un problema de salud emocional que no sabemos cómo sanar y vivimos entre angustia e inestabilidad.

 

Hablemos de terapia y de pastillas antidepresivas que se recetan más que los ibuprofenos en las consultas de psiquiatría. Hablemos de todas las personas que nunca podrán recibir la ayuda que se necesita para conseguir un poco de paz mental.

 

Aunque hablo desde mi propia experiencia son muchos casos de edades muy dispares los que sienten estas emociones y ahogan sus palabras en silencio o disolviendo estas voces interiores dejando todo lo vivo hacia un estado de reposo absoluto, al más estilo freudiano.

 

Hemos creado una mentalidad en la que no somos quienes queremos si no quienes mostramos y nos hemos dejado enturbiar por esconder las emociones más reales, las que nos hacen más frágiles y humanos, a una no-existencia. ¿Es entonces esto una tendencia innata del ser humano a desear una autodestrucción?

 

Algunos años después de esta situación de agotamiento y desgaste, he desempolvado mi cámara y he recreado imágenes que muestran mi angustia personal, pero que esta vez no son una recreación literaria como en mis series anteriores, si no una teatralización realística.

 

‘Asfixia emocional’ este es el inicio de una serie que muestra los sentimientos de estos últimos años (y algunos traumas pasados que compulsivamente se repetían) dónde las palabras que decía y sobre todo las que callaba, me ahogaban en mi interior.

 

He tratado esta serie de autorretratos como medio de sanación, siendo mi propia terapia dónde puedo expresarme y dar volumen a mi voz. 

Retratos realizados con una tendencia claramente de pictorialismo oscuro o romanticismo, dónde la belleza se crea de los espacios decadentes o dicho de otra forma, de dónde lo olvidado, nace la inspiración.

 

Muestro mi propia hecatombe personal, cómo se podría decir según el libro de Tanizaki “El elogio de la sombra”, es una pátina del tiempo lo que me recubre, es el paso del tiempo que va dejando huella en los objetos y los hace singulares.

 

Se trata de la forma de liberación de esta carga obtenida durante estos años y una sincera muestra de lo que ocurre realmente en el interior, una ruptura y una explosión de sentimientos de la forma más mundana, exponiéndose sin tapujos. 

 

Este es mi propio Kintsukuroi.